El problema de definición y
autoadscripción del indio
Introducción
Las
ciencias sociales acostumbran usar de
manera intercambiable y como sinónimos referentes a los pobladores autóctonos y sus descendientes
términos tales como: grupos étnicos, grupos etnolinguísticos, pueblos,
indígenas, indios, minorías étnicas y cualquier otra variante y combinación de
los mismos, así que en este trabajo se hará uso de ellos de la tal manera.
El
concepto del indio como categoría de investigación se ha ido perfilando con el
paso de los siglos, surgiendo con el arribo de los conquistadores europeos que
confundieran estas tierras con las similarmente denominadas ubicadas al
oriente. Categoría empleada para designar al dominado y que, a través de los
años no ha perdido tal connotación, pasando de una dominación exógena a otra
interna, que desde la economía capitalista observa a los grupos étnicos como
obstáculos para el desarrollo.
Se
han dado movimientos de reivindicación en diversas partes del continente
americano, unas más y otras menos exitosas, pero cuyos logros tarde o temprano
pasan a segundo plano cuando los intereses económicos hegemónicos se ven
amenazados por ellos, pues el acceso al poder económico y político real y
efectivo les está vedado.
El
INDIO como categoría
Término
emergido de un error geográfico, la palabra Indio, se emplea tras la conquista
del continente americano por los europeos para designar a todo aquel
conquistado, al natural de estas tierras, sin importar su filiación cultural de
origen, ya que estamos hablando de grupos culturales múltiples habitando las
tierras conquistadas, de una gran diversidad interna que queda anulada, pues
para el europeo resultó más fácil y práctico en términos administrativos, el
enmarcarlos a todos dentro de una misma categoría de dominación, la del indio, que, a partir de ese momento, se
le adjudica a una condición de vencido, de inferior, en la relación colonial,
excluyente, contrastante, dividiendo colonizadores y colonizados en polos
opuestos y antagónicos. Posteriormente se introduce una nueva categoría, la del
mestizo, producto de la unión entre el europeo y el local, que,
administrativamente, toma para si las labores de mediación, y que, aunque se
mantienen dentro de la estructura de dominio como categoría social, son
subordinados del estrato del colonizador (Bonfil Batalla, 1972, págs.
110-112) .
Es
en el periodo colonial donde comienza una “intensa acción aculturativa”, el
europeo rompe las estructura sociales, se apropia del trabajo del indio, de sus
tierras y le impide comunicarse de manera horizontal, crea enemistades
artificiales (por agua y tierras principalmente) entre pueblos vecinos, que no
pueden discutir sus diferencias de manera directa, sino que tienen que recurrir
a las autoridades superiores, a los colonizadores, para que tomaran partido en
los problemas que muchas veces ellos mismos habían creado (Bonfil
Batalla, 1972, págs. 113,115-116) .
Tras
los movimientos de independencia, la conquista, la colonización ha pasado de
una que viene del exterior a otra que surge de la tierra propia, un
colonialismo interno exhibido bajo, una dominación económica capitalista que ve
al indio como un freno para el avance nacional, estereotipándolo bajo viejos
prejuicios, viéndolo como enemigo a dominar, a “civilizar”, e incluso, la misma
persistencia del término indio indica la continuidad de la situación colonial a
pesar de haber desaparecido el extranjero como dominador que le diera validez
como categoría social (Bonfil Batalla, 1972, págs. 117-119) . Si bien, durante la
época colonial el intento civilizatorio no buscaba la igualación del indio a la
categoría del colonizador, sino quitarle lo bárbaro
mediante la evangelización preponderantemente, para que pudiera asumir eventualmente
la categoría de humano, aunque
siguiera tratándosele como a un discapacitado, como a un niño que no podía
tomar sus propias decisiones, lo que queda demostrado por la persistencia de
las castas durante todo el periodo colonial. Más adelante, con la construcción
del estado nacional y la creación de los mitos de origen, se da preponderancia
a este indio imaginario, que ya no existe y que nunca existió, aquel creado
como arquetipo del mexicano mediante la expropiación selectiva de
acontecimientos legendarios e históricos modificados a gusto y conveniencia,
creando un pasado glorioso; mientras que al indio que todavía habita el recién
perfilado “territorio nacional” se le intenta desaparecer, asimilarlo como
ciudadano mexicano ante las leyes, negando su esencia y obligándolo a que deje
a un lado sus costumbres y lengua, bajo amenaza represiva, directa o velada, en
su contra; ahora las armas son la educación y la razón. La reticencia a acatar
las órdenes del estado, en una política que luego se denominaría indigenismo, se
traducía entonces en motivo y justificación para la supresión de los rebeldes
en la búsqueda de consolidar una nación homogeneizadora y unificadora para el
que el indio y sus lenguas resultaban ser un problema, una pesada carga
económica, cultural y política (Barabas, 2000, págs. 13-15) .
La
tendencia de indigenismo incorporativo,
con técnicas de planificación del cambio cultural inducido, continuó hasta bien
entrada la década de 1970, cuando comenzaron a surgir movimientos indígenas
que, en un inicio fueron contenidos y absorbidos por el partido en el poder,
que los aprovechó como capital clientelar político a su favor, pero no pudo
controlar a todos los grupos emergentes, cuyos movimientos dieron origen a un
nuevo tipo de indigenismo, uno participativo
y propositivo en lugar de peticionista, uno que reclama su lugar como agente social,
económico y político, que exige los derechos tales como la autodeterminación
política y el autogobierno de los grupos indígenas, el reconocimiento de la
pluriculturalidad, el control de los recursos disponibles en sus territorios
así como que estos no sean expropiados ni explotados en beneficio de terceros
sino que se reconozca como propios del grupo que los habita o los ha habitado
históricamente, que se les instituya como territorios étnicos, también pugnan
por la generación de proyectos de desarrollo que consideren sus
particularidades, y no solo proyectos apoyados desde arriba, de las esferas
gubernamentales, sino también por proyectos que puedan desarrollar ellos mismos
con la asesoría necesaria para su iniciación (Barabas, 2000, pág. 16) .
Desde
el tercer cuarto del siglo pasado los indios comenzaron a interesarse en
recuperar la memoria de sus grupos, ya no se conforman con ser los
protagonistas de “historias” que otros escriben, quieren participar activamente
en la construcción de los resultados de las investigaciones, en tomar acción en
la configuración de su propio destino, en recuperar la memoria que cimenta su
identidad, “porque la identidad se fija en la memoria” (Cardoso de Oliveira,
2010, pág. 180) .
El indio, al tomar conciencia de si, busca reafirmar su identidad, aparecer
como grupo étnico y ser reconocido como tal frente a los otros y frente a si
mismos, la etnicidad se convierte en cuestión de honor, de llevar a la legalidad
las peticiones y propuestas, de acceder al poder y organizarse activamente como
actores sociales y políticos (Rustsch, 1995, pág. 155) .
Como definir al indio, criterios de diferenciación
de la otredad y construcción del concepto
Ahora
bien, ¿cómo determinar la constitución la categoría del indio para que sea útil
a la investigación?; se han sugerido diversos criterios para determinar la
pertenencia a tal categoría:
a) Los
indicadores biológicos, es decir, definir
a los miembros por características raciales, pero debido al intenso mestizaje
que se ha dado a través de los siglos, la “pureza” del tipo indígena no es
viable como criterio.
b) El
criterio lingüístico es otro de los
empleados para definir al grupo, pero teniendo en cuenta que muchos sectores
indígenas se reconocen como tales sin hablar su lengua originaria y que existen
hablantes de este tipo de lenguas que no se asumen miembros de un grupo étnico,
el criterio pierde fuerza explicativa y resulta insuficiente.
c) El
criterio cultural surge entonces,
bajo los indicadores de cultura material y espiritual, así como la lengua
nativa, pero esto solo lleva a un contraste dicotómico con la cultura
dominante, la hegemónica, haciendo hincapié directamente en la relación de
dominación, llevando a un territorio polémico en su utilización.
d) El
cuarto criterio es el psicológico, es
decir, el que los miembros del grupo étnico se asuman como tales, que sientan
que pertenecen, que formen parte de la conciencia de grupo en la comunidad a
que pertenecen, “que compartan ideales éticos, estéticos, sociales y políticos” (Caso, 1948) con los demás
miembros con quienes colabora en “acciones y reacciones”, se establece entonces
como un criterio con el trasfondo histórico de una entidad comunitaria, una
etnia, con una trayectoria rastreable con “identidad propia y distintiva … con
un pasado común, formas de relación y códigos de comunicación”.
La
combinación de los últimos tres criterios, dando énfasis a uno u otro
(principalmente el psicológico) es la más empleada en investigaciones
recientes, si bien, debido a la gran diversidad cultural y a una historicidad
muy rica que le acompaña y modifica de manera constante, es prácticamente imposible
llegar a una definición que resulte válida para todos los casos, más bien se
van conformando de acuerdo a los intereses particulares de la investigación,
por lo que su utilidad se ve limitada, generalmente, al caso de estudio (Bonfil Batalla, 1972, págs.
106-109, 122) .
Conclusiones
La
categoría del indio, nacida para englobar al dominado, se construye y
reconstruye históricamente a lo largo de poco más de cinco siglos, pero invariablemente
incluye un componente de discriminación, que implica el deseo de su
incorporación a la cultura hegemónica para “facilitar” el desarrollo del estado
y la unidad bajo el amparo de un sentimiento nacionalista de pertenencia pero
no es la pluralidad étnica lo que
entorpece la forja nacional, sino la naturaleza de las relaciones que vinculan
a los diversos grupos (Bonfil Batalla, 1972, pág. 124) .
El
indio ha buscado con denuedo su reconocimiento, sobre todo en los últimos
cuarenta años, desde que la educación que les fuera impuesta les diera las
armas para acceder a los canales legales y legítimos para hacer oír su voz, y
si bien hay ejemplos exitosos, en centro y sudamérica, en México tal
reconocimiento se ve diluido en el tiempo, pues si bien, el levantamiento
armado del 94 llamó la atención y logró la emisión de leyes que favorecieran el
reconocimiento del pluriculturalismo nacional, estas leyes rara vez se han
traducido en reglamentos que permitan su aplicación. Se sigue castigando al
indio que no habla el castellano por no entender el idioma de las leyes, y el
gran paso de reconocimiento para las lenguas autóctonas como nacionales ha dado
reversa con la propuesta, avalada por reconocidos especialistas, de certificar
el castellano como idioma oficial, lo que dejaría fuera de la jugada,
nuevamente a quien no lo hable y/o entienda.
En
cuanto a la definición del indio, debido a la riqueza pluricultural que
encontramos en nuestro continente, resulta extremadamente difícil, si no es que
poco útil a las investigaciones, el intentar generar una definición
universalmente válida, por lo que solo queda proponer una descripción parcial
de acuerdo a la información con que se cuente en base a la investigación y
enfoque de que se trate para que la tras la redacción final de los informes
presentados sea comprensible para quien reciba y analice.
Bibliografía
Barabas, A. M. (2000). La construcción del indio como
bárbaro: de la etnografía al indigenismo. Alteridades, 10(19), 9-20.
Bonfil Batalla, G.
(1972). El concepto de indio en América: una categoría de la situación
colonial. Recuperado el 11 de Octubre de 2012, de CIESAS:
http://www.ciesas.edu.mx/Publicaciones/Clasicos/articulos/bonfil_indio.pdf
Cardoso de Oliveira, R.
(Mayo-Agosto de 2010). El indio hoy. Desacatos(33), 177-180.
Caso, A. (1948).
Definición del indio y lo indio. América Indígena.
Rustsch, M. (Marzo de
1995). A propósito de "ser idnio otra vez". Nueva Antropología,
XIV(047), 53-157.